Palabras de Asunción Discurso de la Directora Entrante, Ana ViganóCiudad de México, 10/07/2017
Queridos colegas,
En unos momentos más presentaremos a ustedes nuestras propuestas de trabajo como directorio entrante, para el nuevo período de trabajo que hoy se abre. Pero antes de ello, quisiera tomar un par de minutos para decir unas palabras a nombre propio, encarnando así la función que me confían desde algunas marcas personales.
Mientras pensaba qué decirles y no encontrando fácilmente el camino corto y preciso para hacerlo, un sueño llegó a prestarse una vez más —he sido siempre una analizante bastante soñadora—, invitándome a buscar el camino en los surcos cavados que dan forma a mi estilo. El sueño es muy breve: veo algunas paredes con diseños extraños que me atraen ocupando mi atención e interés y que en algunos casos figuran formas cambiantes, como juegos ópticos. Digo: —»Qué ladrillos raros…» Me despierto sabiendo que de eso se trata: de construir con nuestros ladrillos raros este tramo de historia que nos reúne.
Tratándose de la primera permutación en el marco de una estructura de Escuela las paredes son, sin dudas, referencia a la solidez: primera cuestión entonces, consolidar lo hasta aquí conseguido volviéndolo un edificio cada vez más estable y conforme a aquello para lo que fue creado es la primera consigna que considero brújula de este viaje. Pero la solidez de ningún modo debería confundirse con quietud ni aprisionamiento: las formas cambiantes de esos ladrillos, cual impensable calidoscopio de barro y cemento, me recordaron la sensible ductilidad a la vida —de la Escuela y de cada uno de nosotros que la hace posible—, que es necesario fraguar cotidianamente para que nuestras paredes no sean muros, no al menos al estilo trumpeano de segregación: ni hacia afuera, ni hacia adentro. Advertidos no obstante del núcleo insistente de segregación de goce que nos vuelve solitarios y «solilocos» —cada uno con su soliloquio, en su mundo, un poco loco—, la Escuela nos convoca a reunir nuestras soledades en una causa común, que como tal está a su vez agujereada. Paredes y agujero; muros y a-muro. Recordé entonces unas palabras de Jacques-Alain Miller en su Crónica del año Cero #1 hablando de los movimientos actuales del Campo Freudiano, pero que hago un poco luz de esta permutación, vivida también como acontecimiento: «Hace falta recordar que a nivel del sujeto, no hay «para todos». Cada uno vivirá el acontecimiento en función de su «temperamento», hubiera dicho Hipócrates, palabra más elegante quizá que la expresión más lacaniana de «constitución subjetiva». Los psicólogos [cita algunos], distinguen por ejemplo sujetos «slow to warm up», «lentos para arrancar». Otros por el contrario están listos. Otros se inquietan, se retractan, incluso se angustian. Algunos, émulos del avestruz, se persuaden que no pasa nada. Ciertamente es preferible para la movida que el número de los rápidos exceda al de los lentos, pero no sería necesario que el ser de yesca se vuelva el yo ideal de los habitantes del Campo freudiano. Colegas enamorados de su soledad, desconfiados, prudentes, incluso un poco perezosos, tienen su lugar en el conjunto que formamos. ¿El Campo freudiano no está hecho acaso de dispersos descabalados, según la expresión de Lacan? Es buena política saberlo y tenerlo en cuenta.»
Con estas luces, decidí aportar hoy algunos de mis propios ladrillos descabalados, esos en los que reconozco una singularidad capaz de hacer lazo; un uso posible de lo dispar que ellos guardan de mí ofrecidos a la apuesta en común, aquí y ahora, con ustedes.
Lo haré entonces bajo la forma de regalos-compromiso que toman en cuenta también tres formas de esos raros ladrillos a los que me referí hace un momento. Los ofrezco como dones del barro con el que en cierto modo estoy hecha, y de los que me responsabilizo por rubricarlos con mi firma, como envite para este período de nuevo directorio:
1.- (se reparte a cada asambleísta una hoja con el poema adjunto a continuación y que será leído en voz alta)
A cada uno de ustedes, los ladrillos descabalados de carne y hueso de esta sede, regalo unas letras que tomo prestadas del poema Tarea de Tomás Segovia. Recordarán que Segovia es el primer traductor de Lacan al español. Y reconocerán en esto el gusto, nada docto, que tengo por la poesía y las letras.
TAREA [1]Los mil llamados tenues o apremiantes
Pálidos o encendidos joviales o dolientes
Que zumban por los aires de tu vida
Al cabo de los años aún no sabes
Cómo distribuirlos sabiamente
En la profundidad de campo de tus días
Aprende de una vez
Escuchador disperso
Aún son muchas y graves tus ocupaciones
Pero sólo el amor es tu tarea.
Siendo la transferencia un amor como tal, podríamos poner aquí la palabra «transferencia», en el último renglón, y el poema hablaría de la tarea del practicante, escuchador disperso que al cabo de los años nunca sabe del todo cómo distribuir los llamados apremiantes que recibe, en el campo de sus días… Primer compromiso: Velar desde un bien-decir posible que la Escuela permita a sus practicantes los mojones de orientación y formación necesarios para el sostenimiento de sus prácticas.
Adicionalmente y siguiendo esta lógica, si sustituimos en este último renglón la palabra amor por «transferencia de trabajo», el compromiso apuntado ajusta un bucle y se complementa: Que nuestra conducción ejecutiva no olvide además, que aún con las muchas y graves ocupaciones que nos suelen tener como buenos y decididos trabajadores —lo hemos visto en nuestro pasado Banquete de los analistas— es nuestro compromiso mantener el rumbo bajo la brújula orientada de nuestros principios.
2.- (se entregan 3 fotos enmarcadas de Sigmund Freud, Jacques Lacan y Jacques-Alain Miller respectivamente)
A las paredes de la sede, las de cemento y colores vivos, bien pintados a mano por algunos colegas., regalo estas fotos. Reconocerán aquí un gusto personal: saben muy bien lo que me gustan las fotos!!! Que sean las fotos de aquellos cuya orientación es ineludible para nuestro cometido, no requiere mayores aclaraciones. Ofrezco entonces en este segundo compromiso el esfuerzo por forjar en los derroteros de la gestión, una sensibilidad que articule los pequeños detalles, incluso gustos, al servicio de la Orientación que en la figura de estos tres anuda una causa común.
3.- (se entrega una pizarra de corcho y sus enseres)
También esto irá a una pared de cemento, pero lo pienso mejor como aquello que de las paredes puede oficiar como vaso comunicante. A las paredes entonces, pero dotadas de vida, mejor aún a lo que en estas paredes espero que no solo sostenga sino alimenta la estructura, comprometo mi empeño por enriquecer nuestra comunicación —que aún siempre malentendida, no deja de ser una apuesta necesaria— como el pulso de lo que hacemos, necesitamos y producimos, entre nosotros y con otros. Simbólica, esta pizarra en la pared llevará, por ejemplo, nuestro ajetreado calendario que tienen disponibles en sus carpetas y que con gran esfuerzo logramos sintetizar para los próximos meses. En nuestra vida de Escuela, la pizarra es el anhelo y el compromiso de gestar los medios de comunicación adecuados para este engranaje cada vez más creciente y complejo, articulado y dinámico, al servicio de la claridad, la circulación y el lazo.
Éstos entonces, mis 3 regalos-compromiso que aporto ante esta Asamblea, y que espero guíen las decisiones y acciones que emprendamos juntos a partir del estilo propio.
A todos y a cada uno de ustedes, muchas gracias por su confianza.
NOTAS
- Segovia, T., «Tarea», Estuario (poemas 2008-2009), Universidad Autónoma Metropolitana, Ediciones Sin Nombre, México, 2010, p.105.