Atravesar los escarpados del mito de la experiencia inmediata en los tiempos que corren es uno de los mojones convocantes. Asunto para nada menor para los practicantes de una dificultad que transita instituciones y consultas. Tanto experiencia como real no admiten en nuestro campo su reducción a una definición. El decir abreviado, las palabras cortadas -nuevas siglas del malentendido e inéditos ropajes-, narcisismos de la mínima influencia entre dispersiones de likes, filtros apantallantes, vorágines omnivoyeurs y el confín del gadget generalizado. ¿Qué es analizar a un adolescente? ¿Cómo abordar el problema de las identificaciones del sujeto en la pubertad, las invenciones de sus anudamientos -su dimensión de semblantes– las implicaciones en torno a lo preliminar de un tratamiento posible? ¿Cuándo servirnos y cómo de una incidencia con la palabra que no sea vacía? ¿Dónde localizar los ruidos, las errancias, los enigmas de una posición e implicación cuando al otro no se le supone un saber? ¿Qué lugar para su estructura, en la elaboración de sus metáforas? En las encrucijadas de su objeto ¿qué solidaridad se puede obtener desde el discurso analítico respecto del fin del análisis y las condiciones para la construcción del síntoma con adolescentes hoy?
La hiperalimentación y el comer compulsivo se presenta por un exceso pulsional devorador hacia el objeto alimentario , el cual el sujeto no puede poner límite y además, repetidamente sucede en soledad. La respuesta del sujeto al encuentro de lo insoportable es el pasaje al acto, que se realiza en forma de atracón como alternativa a la angustia, experimentando desconexión del Otro y el consumo irresistible de la sustancia.
Responsables: Marcela Almanza, Paula Del Cioppo, Fernando España y Aliana Santana Colaboradoras: Vianney Cisneros y Andreina Solórzano
Así Lacan nos muestra cómo la pieza suelta, una vez que se la ha separado como tal de su función, se torna enigmática. No sabemos lo que significa, pues ya no sirve para nada. Saber para qué sirve es un criterio para saber qué significa (…) De ese modo, la pieza suelta, cuando ya no sirve para nada, es una figura fuera del sentido. Pero en el momento mismo en que ella no sirve ya para nada en cuanto tal, puede prestarse a mil y un usos, y ante todo a un uso que, si me permiten, es de goce puro, si el goce es precisamente, como Lacan lo evoca en la página 11 de su seminario Aún, «Io que no sirve para nada» (Miller, J.-A., Piezas Sueltas, p. 14).
Este seminario está dirigido tanto a aquellos interesados en acercarse a la enseñanza de Lacan desde sus primeras elaboraciones, como aquellos que quieran retomar el “modelo de investigación” del primer Lacan a partir de los desarrollos posteriores y preguntas actuales. En ambos casos se trata de la actualidad de la lectura de Lacan –en el doble sentido.
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¿Por qué el Seminario 1 – Los Escritos Técnicos de Freud?
Acercarse al Seminario 1 de Lacan es acercarse al propio Freud. Pero acercarse con otros ojos, desde una mirada diferente y siempre nueva. Ese es “el ingenio de Lacan en su manera de leer a Freud”, al que se refiere Miller.1 Es su esfuerzo por captar un pensamiento siempre en movimiento: “El pensamiento de Freud está siempre abierto a revisión –nos dice Lacan en la “Apertura del Seminario”–, reducirlo a palabras gastadas es un error. Cada noción en él posee vida propia.”2 Pero no se trata de una mera cuestión teórica o filosófica. Se trata de leer la experiencia inaugural de Freud a ras de los problemas técnicos de la práctica y la experiencia psicoanalítica. Como dice Lacan: “leer, en las diferentes fases de su elaboración teórico-técnica, cómo avanzar en la reconquista del inconsciente auténtico por parte del sujeto”.3 En otras palabras, lo que se propone aquí Lacan es interrogar analíticamente los desarrollos teóricos y prácticos del propio psicoanálisis.
Responsables: Marcela Almanza, Paula Del Cioppo, Fernando España y Aliana Santana Colaboradoras: Vianney Cisneros y Andreina Solórzano
Así Lacan nos muestra cómo la pieza suelta, una vez que se la ha separado como tal de su función, se torna enigmática. No sabemos lo que significa, pues ya no sirve para nada. Saber para qué sirve es un criterio para saber qué significa (…) De ese modo, la pieza suelta, cuando ya no sirve para nada, es una figura fuera del sentido. Pero en el momento mismo en que ella no sirve ya para nada en cuanto tal, puede prestarse a mil y un usos, y ante todo a un uso que, si me permiten, es de goce puro, si el goce es precisamente, como Lacan lo evoca en la página 11 de su seminario Aún, «Io que no sirve para nada» (Miller, J.-A., Piezas Sueltas, p. 14).
IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX: PRESENCIAS DEL ANALISTA
TEXTO DE ORIENTACIÓN EJE: Presencias… en la ciudad y la época
Un despertar
¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?
Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en
definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.
(Jacques-Alain Miler)
Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.
Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?
Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].
Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.
En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!
Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.
Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?
[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.
[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.
[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.
[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.