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enero 8, 2024

Responsable: Alba Alfaro

Entre palabra y escritura, entre dicho y decir, entre lalengua y el lenguaje, ahí se localiza el terreno del psicoanálisis orientado por la enseñanza de Lacan. Y tal como lo sabemos, desde Freud, con Lacan y reafirmado por J.-A. Miller, el psicoanálisis y la poesía comparten un terreno común: la relación con el significante y su funcionamiento. Además, también sabemos que el poeta precede siempre al psicoanalista, “le abre la vía”.

La última enseñanza de Lacan se dirige más hacia el arte que hacia la ciencia, lo cual implica una otra manera de aproximarse a lo real. Lacan distinguió el proceso de palabra del proceso de escritura, reservando al síntoma su inscripción en este último. Es así que el síntoma puede ser “leído”, en las palabras que el analizante le dirige al analista.

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enero 16, 2024

Responsables: Carolina Puchet Dutrénit y Victoria Ferrero

Si el inconsciente no tiene edad, entonces ¿Cómo pensar lo infantil? ¿Habrá algo de lo infantil en cada uno? ¿Infancia será destino?

Si bien sabemos que el psicoanálisis no recurre a la cronología del desarrollo del modo que lo hacen otras terapéuticas y disciplinas, si recurre ineludiblemente a la época y no se aparta de sus efectos para pensar al sujeto. Desde hace un tiempo, quienes llegan al mundo lo hacen en una época donde la tecnología nos ha permitido inventar un avatar virtual, otros modos de hacer lazo, ¿eso tiene efectos en los modos que se presentan los síntomas de los niños y adolescentes actualmente? ¿De qué modo esa virtualidad aparece en la escena de la realidad? ¿Jugar a la violencia, los hace violentos?

Estas y otras preguntas abordaremos a lo largo de cinco encuentros.

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enero 16, 2024

En la obra inaugural del psicoanálisis, Freud nos presenta una indicación sucinta pero iluminadora: al material proporcionado por los pacientes ha de tratársele “como un texto sagrado”, incluso cuando se ofrezca “como un texto disparatado o incompleto”,[1] con esto señala la diversidad de maniobras posibles en el dispositivo analítico y que son análogas al trabajo que se hace con un texto, no solo descifrar, también puntuar, cortar, destacar, traducir, editar, e incluso, tomar al pie de la letra. Hacía la última parte de su enseñanza, Lacan dirá que aquello que se encuentra en el corazón de la experiencia analítica no es sino “lo que se lee más allá de lo que se ha incitado al sujeto a decir”,[2] esto es, que se causa un decir, para luego leer en este, que el analista más que escuchar, lee. Solidariamente a lo anterior dirá que no es sino por medio de eso que llama el “deber del bien decir”[3] que es posible orientarse en el inconsciente, por ello en el deseo, en el síntoma, etc.

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enero 17, 2024
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IV JORNADAS DE LA NEL-cf CDMX:
PRESENCIAS DEL ANALISTA TEXTO DE ORIENTACIÓN
EJE: Presencias… en la ciudad y la época

Un despertar

¿Cuál podría ser la incidencia política un poco más allá de esta presentación negativa?

Tal vez cierto efecto de despertar. Un despertar respecto de aquello de lo que en

definitiva se trata en los ideales sociales: del goce y de la distribución del plus-de-gozar.

 (Jacques-Alain Miler)

Desde hace tiempo los analistas hemos afrontado el desafío ético de hacer a un lado la rutina del consultorio y asumir una presencia en los dispositivos comprometidos con la salud mental en nuestras ciudades, así como en los debates públicos con el Otro social. En este aspecto, no cabe desconocer que, más allá de la vigencia del discurso del analista y sus consecuencias prácticas, en una perspectiva más amplia, se trata del consentimiento a la convocatoria de Lacan de alcanzar “una incidencia política donde el psicoanalista tendría su lugar si fuese capaz de ello”[1]. Por supuesto, para estar a la altura de la época, ello exige al deseo del analista el miramiento por los síntomas de la actualidad, los impases en lo social, y el aggiornamiento permanente respecto de los discursos emergentes que se imponen al compás de cada tiempo.

Ahora bien, ¿De qué presencia se trata?, ¿Cómo pensar esa presencia?

Más allá del analista causa del trabajo del sujeto supuesto saber, correspondiente a la dimensión transferencial del inconsciente, encontramos una clara orientación en el Capítulo X del Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí Lacan nos advierte sobre la presencia del analista, primordialmente, como una manifestación del inconsciente. Y es sólo desde ahí como tiene lugar su presencia real, más allá del par imaginario del a-a´, desidealizando, a su vez, la figura y la persona del analista, para reducir su función a la de un resto, “un resto fecundo” –en tanto una presencia muy particular que se pone en juego solamente en el arte de escuchar del analista. “El arte de escuchar casi equivale al del bien decir”[2].

Como vemos, ello no será ciertamente exclusivo de la experiencia analítica. Esta función estará activa en todos los vínculos donde se trata de la relación del sujeto con el saber y el goce. “Se trata en estos vínculos siempre de una relación transferencial encarnada en la persona que se supone agente de la acción, pero esa atribución de saber a la persona deja en realidad encubierta la relación del sujeto con el saber de su propio inconsciente, verdadero agente del vínculo”[3]. En la medida en que el analista con su acto recuerde la banalidad del sentido de las palabras, opere como el dedo elevado de San Juan tal como Lacan evoca en “La dirección de la cura”, señalando cómo somos hablados, que la referencia del lenguaje no existe, hará presente la perspectiva de lo real más allá de la realidad.

En este sentido, la ironía sirve muy bien a la posición del analista a la hora de perturbar los ideales sociales y revelar su naturaleza de semblantes respecto a un real que sería del goce. “Está más bien, como Sócrates, para hacer temblar, para hacer vacilar los ideales, a veces simplemente poniéndolos entre comillas, quebrando un poco los significantes-amo de la ciudad”[4]. Sin embargo, por otro lado, Lacan nos enseñó que los ideales son semblantes, arbitrarios, pero que esos semblantes son necesarios. La sociedad se sostiene gracias a sus semblantes, no hay sociedad sin identificaciones. Entonces si, por un lado, es cierto, el padre es un semblante, y, sí, se puede prescindir de él … sin embargo, no hay que olvidar que ¡a condición de saberlo utilizar!

Pensar la presencia del analista como la provocación de un despertar implica, necesariamente, sostener un deseo vivo. Seis años antes de su Seminario 11, en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder, paradójicamente, Lacan dará al analista el lugar del muerto, dejando el yo a un lado para que pueda surgir el lugar del Otro para el sujeto, el inconsciente, su verdadera pareja, en el registro de lo simbólico. Es el lugar de la causa de la división del sujeto que Lacan formalizará más adelante con la función del objeto a, presencia irreductible.

Para finalizar, cabe mencionar el concepto de “acción lacaniana” que Jacques-Alain Miller ha propuesto para nombrar en el seno de la Asociación Mundial de Psicoanálisis la política de incidencia en los ámbitos políticos y sociales como el correlato del acto analítico en la sociedad. Si Lacan ha formulado que «No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización» es porque la topología del inconsciente lacaniano –allí donde el analista manifiesta su presencia- resulta, entre un afuera y un adentro, de una extimidad irreductible. ¿Cómo el deseo del analista pudiera, entonces, prescindir de la ciudad y la época?

 

[1] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.

[2] Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, p. 129.

[3] Bassols, M., Presencia del analista, Cuadernos del INES Nro 14, Editorial Grama, p. 99.

[4] Miller, J.-A., El psicoanálisis, la ciudad y las comunidades.