Aquello que llamamos un hombre, ese que al decir de Lacan se encuentra “mâle parado en el lado macho”, ¿cómo se las arregla con el no-todo?
Aunque, después de todo, no por ser “hombre” se está forzosamente obligado a situarse del lado del “para todos”. Lacan menciona a San Juan de la Cruz. Tenemos también lo que le confiesa Rilke a Lou A. Salome, tras la experiencia de escritura de su poema “Viraje Decisivo”:
“Pero, qué espantoso es que uno escriba semejante cosa sin darse cuenta de nada so pretexto de hablar de un recuerdo de la más original intimidad, y que a continuación deje uno la pluma con ansias de revivir una vez más lo fantasmal, pero de manera ilimitada como nunca antes lo había hecho; hasta que, lleno a rebosar de estopa el cuerpo de títere en que uno mismo se ha convertido, se quede con la boca reseca.”
Es la experiencia del no-todo que se vuelve siniestra, eso que se escribe más allá del ser y que remite al silencio, al vacío y a la tachadura. Pero, más allá del horror a lo femenino, es también el encuentro desnudo con “lo verdaderamente héteros” que puede leerse en los testimonios de AE hombres. Otras escrituras singulares de lo femenino. Cada vez.